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Publicado el 23 de Noviembre de 2010 en Informes
JOS M RIDAO, EN EL DIARIO "EL PAS", SIGUE R QUE R DE IRC

La reforma de la Ley de Libertad Religiosa se ha convertido en el centro de la discusin sobre las relaciones entre la Iglesia Catlica y el Estado, reabierta con llamativa e inaceptable torpeza por el Papa Ratzinger con ocasin de su ltima visita a Espaa.

Solo la falta de coraje poltico explica que se mantenga el crucifijo en las tomas de posesin.

Respetar los acuerdos de 1979 y reformar la ley de 1980 es conceder una nueva victoria a la Iglesia.

No se entiende el motivo por el que la norma de 1980, un escueto texto de nueve artculos, tiene que ser revisado, ni en estos momentos, como pensaba hasta hace poco el Gobierno, ni en un plazo de tiempo ms largo, cuando supuestamente se haya ampliado el consenso para hacerlo.

En el articulado de la ley no existe una sola mencin al catolicismo ni a ninguna otra religin, y el Estado no se compromete a otra cosa que a firmar acuerdos con los representantes de los credos que tengan arraigo en Espaa. No dice nada del tenor de esos pactos que, por descontado, tendrn que ajustarse a lo establecido por la Constitucin y las normas que la desarrollan.

En el caso del catolicismo, esos acuerdos con el Estado existen y son anteriores en un ao a la Ley de Libertad Religiosa. Y no solo existen, sino que es en ellos donde se encuentran recogidos todos y cada uno de los privilegios de los que goza la Iglesia en Espaa, hasta el punto de que la Constitucin parece no regir para ella.

Es en los acuerdos de 1979, y no en la ley de 1980, donde el Estado se compromete expresamente a reconocer como das festivos todos los domingos y algunas fiestas catlicas, a conceder efectos civiles a los matrimonios celebrados segn las normas del derecho cannico, a respetar los valores de la tica cristiana en los centros pblicos de educacin, a aceptar como profesores de religin a aquellos que propone el "Ordinario diocesano", a equiparar sus sueldos con los de los docentes del Estado, a asumir como propios los programas de la asignatura de religin y los materiales didcticos que seale la jerarqua eclesistica, a "velar para que sean respetados en sus medios de comunicacin social los sentimientos de los catlicos", a integrar un vicario castrense en las fuerzas armadas.

En el captulo econmico, los Acuerdos de 1979 establecieron, adems, el sistema de financiacin a travs de la famosa marca en la declaracin de la renta, pero dejaban claro que, tras un periodo transitorio, la Iglesia tendra que autofinanciarse. Este es el nico aspecto que el Gobierno ha reformado, aceptando transferir a la Iglesia un 0,7% de la recaudacin del IRPF.

El repertorio de estos privilegios no quedara completo si, junto a los establecidos por los Acuerdos, no se toman en cuenta las situaciones de hecho sin otro fundamento que la tradicin.

As, no son las normas legales sino las tradiciones las que hacen que las tomas de posesin de los cargos civiles estn presididas por una cruz y una Biblia, o las que mantienen los crucifijos en las aulas de los colegios pblicos. Ante esta ausencia de fundamento legal, bastara una llamada de telfono de los interesados para que los servicios de protocolo de cualquier institucin civil en la que se celebre una toma de posesin no coloque ni cruces ni Biblias.

Si, que se sepa, ningn alto cargo o cargo electo del Estado lo ha hecho hasta el momento es sencillamente por falta de coraje poltico: se han conformado con prometer en vez de jurar, obviando el hecho de que, con esta opcin, la presencia de smbolos catlicos resulta innecesaria.

Y en cuanto a la presencia de crucifijos en las aulas de las escuelas pblicas, el hecho de que haya sentencias judiciales que han obligado a retirarlos demuestra que no es necesaria la reforma de la ley de 1980 para hacerlo: con las normas que existen es bastante. Otra cosa es que deban ser los ciudadanos, y no la Fiscala, quien tenga que iniciar los pleitos. Y, una vez ms, si esta no acta es porque falta coraje poltico.

Ante este panorama, cabe preguntarse si la estrategia seguida por el Gobierno en materia de relaciones entre la Iglesia Catlica y el Estado es acertada o, por el contrario, obedece ms al deseo de transmitir la impresin de que avanza en el laicismo evitando, por otra parte, entrar en una confrontacin.

Respetar los Acuerdos de 1979 y reformar la ley de 1980, como propone el Gobierno, es tanto como conceder una nueva victoria a la Iglesia Catlica que, sin duda, hara mucho, muchsimo ruido en la discusin de la nueva norma. Pero solo como seuelo para alejar las miradas de los Acuerdos, que es donde se fijan sus inaceptables privilegios.

Amn, aadimos nosotros, a una reflexin "dogmtica" como es la del Sr. Ridao. Y le aadimos, como respuesta, la reflexin de otro ciudadano espaol, que tambin tiene derecho a VIVIR en Espaa y a que se le respete, con Acuerdos Iglesia-Estado y sin Acuerdos Iglesia-Estado.

Este ciudadano espaolreflexiona desde el "sentido comn"con la cabeza y el corazn, no con las vsceras, y defiende el CRUCIFIJO como smbolo de la Cultura de la Paz.

Espaa, 23 de noviembre de 2010

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